TESTIMONIO DE
VIDA DEL CATEQUISTA NICOLÁS CANO
Católico, Indígena, Catequista en la zona del Ixcán,
pertenece a la Diócesis del Quiché.
Cuando
yo era joven, pasaron por mi parroquia unos padres Norteamericanos
misionando. Uno de ellos me pidió que trabajara
con los niños, acepté y me organicé con mi aldea: en la mañana trabajaba en el
campo y por la tarde les daba catequesis, los domingos me gustaba ir a la misa.
Pasado
un tiempo, nos fuimos organizando más con mi comunidad y como no teníamos sacerdote
la gente me empezó a decir que por qué no les traía Hostias Consagradas de la
Parroquia y hacíamos la celebración de la Palabra.
Yo
no quería, era consciente que eso me traería la muerte, hasta que al fin un día
sentí pesar y les dije que sí; el problema
ahora era cómo las traería? De pronto, como si me hubiesen dicho tráelas en las
tortillas, fui rápidamente donde mi
mujer y le dije que me echara un poco de tortillas envueltas en una manta, que
me las metiera en mi morral y me fui a la Santa Misa.
Después
que terminó la Misa fui donde el Sacerdote y le dije que me ponga Hostias Consagradas en medio de las tortillas; el Padre me quedó mirando, se puso nervioso y sin
palabras, después de un momento respiró profundo, abrió el Sagrario me colocó
las Hostias de 12 en 12, en medio de
cada tortilla me abrazó, me dio la bendición y me fui.
En
el camino me encontré con el ejército quien inspeccionaba a todas las personas,
vieron que yo solo llevaba las tortillas en mi morral y me dejaron pasar; cuando llegué a mi comunidad, al día siguiente
sencillamente nos reunimos, extendimos una tela limpia en el suelo, y saqué del
morral la Eucaristía.
Al calor de la Palabra de Dios y de la presencia vital de
Jesucristo celebrábamos la vida, la unidad y la alegría de estar juntos… Era un
momento en el que fortalecíamos la fe, la esperanza y la caridad. Celebrábamos el gozo de habernos
salvado ese día y nos encomendábamos para el siguiente día. El morral era como
un sagrario, donde descubríamos que Dios
caminaba con nosotros que éramos su pueblo. En el morral guardábamos siempre el
pan consagrado como si fuera la última cena. Todo esto significaba en mi vida
un acto de amor y fe ante Jesús y me gente.
La primera vez que vi a un Catequista duramente torturado por
llevar una Biblia y una Cruz, fue tan
duro para mí… me seguía preguntando ¿que
pasará con mi vida? Pero nunca perdí la esperanza, me seguía encomendando a
Jesús Eucaristía y pensaba: cuándo me
tocará a mí y qué me irán hacer? Pero eso no me detuvo para llevar el morral a
la Misa.
Cuando regresé por la noche, pregunté a mi comunidad si conocían
al catequista que habían torturado? Y me dijeron que sí, era un salvadoreño llamado don Pilar. Que nunca
quiso dejar de ser Catequista.
Un día
como siempre, salía de mi casa y venía con un joven de mi comunidad donde
nos tocaba caminar rápidamente ocho horas a pie para ir a Misa y de esa forma poder traer
las Hostias Consagradas. Teníamos que caminar rápido ya que eran nuevamente
ocho horas más de regreso; ya caía la noche cuando sentimos un ruido, mi
compañero logró esconderse. De pronto sentí que uno del ejército me agarró, me
quitó el morral, me hizo pedazos las Hostias junto con las tortillas y me las botaron
al suelo. A mí me tiraron a media calle, uno de ellos se enfureció por lo de
las Hostias y me dio un culatazo con la cacha del fusil, me quebraron todos los dientes, se pararon
encima de mí, me quebraron ambas
costillas y las dos rodillas; no
bastándoles eso sacaron una cuchilla y me hicieron una abertura en la frente de
lado a lado sacándome la piel con todo y cabello. Dándome por muerto me
arrastraron y me tiraron a orillas de la carretera; yo quedé inconsciente.
Mi
compañero que vio lo que me hicieron y dónde me dejaron, esperó que se fueran
los del ejército y en seguida fue corriendo a la comunidad en busca de ayuda; rápidamente vinieron a recogerme, me curaron
con diferentes tipos de plantas medicinales; un hueso de mi costilla derecha ya
no se pudo rescatar, con el tiempo poco a poco me fui recuperando y continúe
nuevamente hablando del milagro que Dios hizo en mi vida. Tengo fe de continuar
comunicándolo hasta que Dios me llame a descansar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario