domingo, 27 de octubre de 2013

TESTIMONIO DE VIDA DEL CATEQUISTA NICOLÁS CANO

TESTIMONIO DE VIDA DEL CATEQUISTA  NICOLÁS CANO

Católico,  Indígena, Catequista en la zona del Ixcán, pertenece a la Diócesis del Quiché.

Cuando yo era joven, pasaron por mi parroquia unos padres Norteamericanos misionando.  Uno de ellos me pidió que trabajara con los niños, acepté y me organicé con mi aldea: en la mañana trabajaba en el campo y por la tarde les daba catequesis, los domingos me gustaba ir a la misa.
Pasado un tiempo, nos fuimos organizando más con mi comunidad y como no teníamos sacerdote la gente me empezó a decir que por qué no les traía Hostias Consagradas de la Parroquia y hacíamos la celebración de la Palabra.

Yo no quería, era consciente que eso me traería la muerte, hasta que al fin un día sentí pesar y les dije que sí;  el problema ahora era cómo las traería? De pronto, como si me hubiesen dicho tráelas en las tortillas,  fui rápidamente donde mi mujer y le dije que me echara un poco de tortillas envueltas en una manta, que me las metiera en mi morral y me fui a la Santa Misa.

Después que terminó la Misa fui donde el Sacerdote y le dije que me ponga Hostias Consagradas  en medio de las tortillas;  el Padre  me quedó mirando, se puso nervioso y sin palabras, después de un momento respiró profundo, abrió el Sagrario me colocó las Hostias de 12 en 12,  en medio de cada tortilla me abrazó, me dio la bendición y me fui.

En el camino me encontré con el ejército quien inspeccionaba a todas las personas, vieron que yo solo llevaba las tortillas en mi morral y me dejaron pasar;  cuando llegué a mi comunidad,  al día siguiente sencillamente nos reunimos, extendimos una tela limpia en el suelo, y saqué del morral la Eucaristía.

Al calor de la Palabra de Dios y de la presencia vital de Jesucristo celebrábamos la vida, la unidad y la alegría de estar juntos… Era un momento en el que fortalecíamos la fe, la esperanza  y la caridad. Celebrábamos el gozo de habernos salvado ese día y nos encomendábamos para el siguiente día. El morral era como un sagrario, donde descubríamos que  Dios caminaba con nosotros que éramos su pueblo. En el morral guardábamos siempre el pan consagrado como si fuera la última cena. Todo esto significaba en mi vida un acto de amor y fe ante Jesús y me gente.

La primera vez que vi a un Catequista duramente torturado por llevar  una Biblia y una Cruz, fue tan duro para mí… me seguía preguntando ¿que pasará con mi vida? Pero nunca perdí la esperanza, me seguía encomendando a Jesús Eucaristía y  pensaba: cuándo me tocará a mí y qué me irán hacer? Pero eso no me detuvo para llevar el morral a la Misa.
Cuando regresé por la noche, pregunté a mi comunidad si conocían al catequista que habían torturado? Y me dijeron que sí, era  un salvadoreño llamado don Pilar. Que nunca quiso dejar de ser Catequista.

Un día como siempre,  salía de  mi casa y venía con un joven de mi comunidad donde nos tocaba caminar rápidamente ocho horas  a pie para ir a Misa y de esa forma poder traer las Hostias Consagradas. Teníamos que caminar rápido ya que eran nuevamente ocho horas más de regreso; ya caía la noche cuando sentimos un ruido, mi compañero logró esconderse. De pronto sentí que uno del ejército me agarró, me quitó el morral, me hizo pedazos las Hostias junto con las tortillas y me las botaron al suelo. A mí me tiraron a media calle, uno de ellos se enfureció por lo de las Hostias y me dio un culatazo con la cacha del fusil,  me quebraron todos los dientes, se pararon encima de mí,  me quebraron ambas costillas y las dos rodillas;  no bastándoles eso sacaron una cuchilla y me hicieron una abertura en la frente de lado a lado sacándome la piel con todo y cabello. Dándome por muerto me arrastraron y me tiraron a orillas de la carretera;  yo quedé inconsciente.

Mi compañero que vio lo que me hicieron y dónde me dejaron, esperó que se fueran los del ejército y en seguida fue corriendo a la comunidad en busca de ayuda;  rápidamente vinieron a recogerme, me curaron con diferentes tipos de plantas medicinales; un hueso de mi costilla derecha ya no se pudo rescatar, con el tiempo poco a poco me fui recuperando y continúe nuevamente hablando del milagro que Dios hizo en mi vida. Tengo fe de continuar comunicándolo hasta que Dios me llame a descansar.
  




No hay comentarios:

Publicar un comentario